The Man Box (en español) | Facing History & Ourselves
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The Man Box (en español)

In Spanish, in this personal narrative, a young person shares their experience of being vulnerable with their male friends.
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This resource is intended for educators in the United States who are applying Spanish-language resources in the classroom.

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Language

Spanish
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English — US

Asunto

  • English & Language Arts
  • Culture & Identity

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La caja de la masculinidad (The Man Box)

Por Gordon Lewis

“The Man Box” es una idea que fue concebida inicialmente en la década de los ochenta por Paul Kivel, miembro de Oakland Men’s Project, y que luego fue desarrollada en la década de los noventa por Tony Porter, fundador de A Call to Men. Hace referencia al conjunto de normas y expectativas sociales que ejercen presión sobre niños y hombres para que piensen y actúen de una manera determinada si desean “encajar”, tales como ser fuerte, exitoso, resiliente, y controlar y limitar sus emociones. Estas normas y expectativas de heterosexismo pueden transmitirse a través de la familia, los compañeros de grupo, la escuela, el trabajo y los medios de comunicación desde una edad temprana. Las consecuencias de no ceñirse a estas presiones sociales pueden incluir el acoso y la exclusión grupal.


Todos somos chicos normales: nos esforzamos en la escuela, pasamos cada minuto del verano juntos, y hacemos todo lo posible por fingir que no nos preocupa nada en el mundo. Los hechos no mienten, mientras el sol empieza a ponerse una cálida tarde de julio. Al salir de la casa de nuestro mejor amigo, Sam y yo nos despedimos de Ben.

“Mi hermana va a recogerme para no tener que caminar. ¿Te parece bien?”, le pregunto.

“Sí”.

“De hecho, también puede llevarte a casa”.

“Me parece bien” dice Sam, pero sin su acostumbrado ímpetu cómico y alegre. Ninguno de los dos dice algo, pero no me molesta. Solo seguimos caminando. Miro a mí alrededor, admirando el parque tranquilo, mientras la cálida brisa de verano roza mi cara. Los grillos chirrean y un búho canta entre el suave zumbido de los automóviles que transitan cerca. Es la melodía de la serenidad de la naturaleza.

Casi olvido que Sam estaba conmigo hasta que me preguntó: “¿Te puedo hacer una pregunta medio rara?”.

“Seguro”, le dije, esperando un chiste de mal gusto, como es usual.

“No tienes que contestar si no quieres”, me dice antes de preguntar.

Titubeando, le digo “De acuerdo”.

“¿Tienes una persona con la que hablas de cosas muy personales. . . como de cosas más emocionales?” El silencio nos aprisiona como una pared de ladrillos: los grillos dejan de chirrear, el búho ya no ulula, e incluso los automóviles se detienen. Es ensordecedor. Me sorprende la pregunta porque se trata de Sam, una de las personas más felices y graciosas que conozco.

Estoy perplejo. Mi decepción se apodera de mí tan rápido como se desvanece mi fe al no poder pensar en un nombre. Después de todo, lo más parecido que se me ocurre es el diario en el que escribo ocasionalmente cuando me siento triste o estresado.

“Eh”, digo en voz baja, “realmente nunca lo había pensado, pero creo que no”.

“Sí, yo tampoco, pero en el campamento hicimos actividades y tuvimos charlas que nos llevaron a tener conversaciones más emotivas”. Secretamente, me siento celoso y orgulloso de él, pero sobre todo celoso.

“Es gracioso”, le digo, “en la clase de inglés siempre bromeábamos sobre ese sujeto de TED Talk que hablaba acerca de The Man Box, pero sí que es verdad. No deberíamos sentir pena de hablar de temas profundos como ese”.

“Sí”, rio Sam. El silencio nos envuelve de nuevo, pero esta vez es más llevadero. Estoy perdido en mis pensamientos, tratando de pensar en qué voy a decir después, pero hay demasiados pensamientos. Nunca había tenido una oportunidad como esta. Sin embargo, no lo siento como algo impactante o abrumador, aunque de todas las personas, sea con Sam. En lugar de eso, es terapéutico.

Sam habla de nuevo, rompiendo el silencio:

“Por ejemplo, nunca les conté que mis padres se divorciaron”.

“Lo... Lo siento”, le digo, “Eso realmente apesta”. Me decepciono de mí mismo por no decirle algo más.

“Todo está bien”, dice Sam, pero sé que miente. Puedo sentir su tristeza.

Sumergido en mis pensamientos, intento elegir algo para decir, pero hay mucho de qué hablar. Existen demasiadas opciones después de guardar silencio durante 16 años.

Nos alumbran las luces delanteras del automóvil y siento alivio por un segundo, pero rápidamente este se convierte en remordimiento.

Al darme cuenta de que es Rose, rápidamente le digo a Sam: “Si alguna vez quieres hablar de nuevo, solo dímelo”.

Saludo a Rose, disimulando mi ánimo serio y pensativo como cansancio. La cálida brisa besa mi mejilla por última vez. La naturaleza continúa su espectáculo y los automóviles transitan de nuevo, mientras Sam y yo entramos renuentes al automóvil. 1

  • 1“The Winners of Our Personal Narrative Essay Contest,” New York Times, 7 de enero de 2020.

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— Claudia Bautista, Santa Monica, Calif