Growing Up with Racism (en español) | Facing History & Ourselves
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Growing Up with Racism (en español)

In a letter to her daughter, Lisa Delpit reflects on how racism has shaped her worldview and her hopes and fears for her child. This reading is in Spanish.
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This resource is intended for educators in the United States who are applying Spanish-language resources in the classroom.

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Spanish
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Asunto

  • History
  • Social Studies
  • Racism

Crecer en medio del racismo

Lisa Delpit es una educadora criada en Baton Rouge, Luisiana, en una época en que los oficiales de policía patrullaban la calle que separaba a los residentes negros y blancos de la ciudad. Aunque esa época ya pasó, las experiencias de Delpit siguen moldeando sus opiniones, entre ellas sus esperanzas y temores respecto a su hija. En una carta dirigida a su hija, Maya, Delpit escribe:

A pesar de que pienso en ti como mi regalo al mundo, constantemente la gente me hace saber que te ven de otro modo.

Aunque todavía no lo entiendas, tu color de piel es la única razón por la que los oficiales de policía en nuestro vecindario, predominantemente blanco, te paran para “hablar”, mientras paseas al perro. Tú crees que tratan de ser amigables, pero cuando me dices que una de sus primeras preguntas siempre es “¿vives por aquí?”, yo sé que cuestionan tu derecho a estar aquí y que, de alguna manera, el hecho de que tú estés aquí amenaza su percepción de seguridad.

A mí no me tuvieron que decir gran cosa cuando tenía tu edad. Crecí en Luisiana
en las décadas de los cincuenta y sesenta, cuando las líneas de color estaban claramente dibujadas. Yo seguía a mi madre a la puerta trasera del consultorio médico, marcada con un letrero que decía “personas de color”. Yo sabía de qué fuente de agua podía beber. Durante el trayecto en el bus que me llevaba a mi escuela solo para negros, yo veía a los niños blancos caminar hacia sus escuelas, las cuales quedaban a solo dos o tres manzanas de mi casa.

Durante buena parte de mi infancia, estuve protegida por la calidez de una familia y comunidad donde todos se conocían mutuamente y cuidaban los unos de los otros. Sin embargo, recuerdo con claridad mi corazón palpitando y mis manos sudando de miedo ante los policías blancos que entraron una noche al pequeño restaurante de mi padre y lo golpearon con sus macanas. Y el terror impotente cuando llegaron los rumores al patio de nuestra escuela de que el Ku Klux Klan se pasearía por ahí; o la ansiedad al enterarme de que mi hermana adoptiva, en edad universitaria, se había unido a la marcha de los derechos civiles en un enfrentamiento contra los policías blancos y sus perros. También recuerdo, querida Maya, que cuando yo tenía siete años, tu abuelo murió a causa de una falla renal porque no estaba autorizado el uso de la nueva máquina de diálisis en el pabellón para “personas de color”.

Tu mundo es muy distinto, por lo menos superficialmente. En muchos aspectos, este es un tiempo más confuso para vivir.

Como cualquier madre, siento una inmensa necesidad de protegerte, pero es difícil saber cómo hacerlo. Mi experiencia de infancia fue distinta a la tuya. Como muchas familias afroamericanas en Luisiana, la nuestra era un arco iris de colores, desde personas morenas de color ébano vivo hasta personas rubias con tonos marfil. Yo era la niña de piel clara, pecas y cabello rojo, que siempre se quemaba con el sol cuando íbamos a la playa. Debido al color de mi piel, yo también tenía otro papel. Cuando viajábamos en automóvil, los afroamericanos no tenían derecho a usar los baños ni demás instalaciones que los viajeros blancos daban por sentado. Las familias negras debían crear todo tipo de estrategias para hacer factible un viaje por carretera. Cuando era tiempo de hacer una parada de descanso, una de nuestras tretas era parquear sobre el costado de la estación de servicio y mandar al más blanco de apariencia para que consiguiera la llave. Luego, sin que el empleado lo notara, todos usaban el servicio.

Décadas después, cuando tú eras una bebé, tu tía y yo viajamos en automóvil
hasta Misisipi. No había hecho ese viaje en muchos años y, aunque la segregación ya había terminado oficialmente, todavía no me sentía tranquila en las paradas de descanso. A cualquier afroamericano le pasaba. Todos los recuerdos de las tiendas de regalos llevaban banderas confederadas impresas, y los restaurantes y estaciones de servicio estaban llenas de hombres blancos, corpulentos, que fumaban y llevaban portarrifles montados en sus ventanas traseras. Con el corazón agitado, acunando a mi hermosa bebé morena, de repente comprendí  que no sabía cómo protegerte del odio despiadado de algunos de los ojos que nos miraban fijamente. O, incluso, de una sociedad cuya estructura privilegia a algunos y marginaliza a personas como tú.

Cuando iba a mi escuela primaria segregada, solo para negros, los maestros y los padres nos dijeron que debíamos sobresalir, que teníamos que “ser mejores que” cualquier niño blanco porque el mundo ya estaba del lado de ellos. Cuando tu primo Joey estaba en la secundaria, recuerdo que lo reprendí por sacar una 'D' en química. Su respuesta fue: “¿qué esperas de mí? Los niños blancos sacan 'C'”. Hace poco un colega intentaba ayudar a un afroamericano de básica secundaria a aprender a multiplicar. El estudiante miró al maestro y dijo: “¿por qué tratas de enseñarme esto? Las personas negras no multiplican; la multiplicación es para las personas blancas”. Sabes, Maya, creo que ese será el mayor desafío que tú y otros niños morenos enfrentarán; no creer en los límites que otros les impongan. 1

  • 1Lisa Delpit, “Explaining Racism”, The Magazine of the Harvard Graduate School of Education (Primavera del año 2000), 15–17.

How to Cite This Reading

Facing History & Ourselves, "Growing Up with Racism," last updated March 12, 2018.

This reading contains text not authored by Facing History & Ourselves. See footnotes for source information.

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